domingo, 23 de junio de 2013

Sensualidad a flor de piel

La piel es nuestra zona más erógena, el puente que nos comunica con el mundo, con las sensaciones: la calidez de los rayos del sol en una mañana de verano, sentir un escalofrío por una ráfaga de brisa otoñal, estremecernos con la frescura del agua del mar... La piel se humedece de placer, vibra, se acalora, se eriza...

Necesitamos el contacto humano desde que nacemos: como vínculo con la madre (protección, alimento, seguridad); como un primer acercamiento con otros (enlazamos nuestras manos como saludo, desnudándola de guantes; rozamos nuestras mejillas para besarnos, aun cuando nos acaban de presentar); para comunicar lo que las palabras no pueden cuando abrazamos de corazón a un amigo, a una hermana...

El contacto humano es el acto sensual por excelencia: sentir el contacto de otra piel, la tibieza de otro cuerpo, el aliento cálido sobre nuestras terminaciones nerviosas... Ese erotismo que exaltamos más aún con sutil ropa interior, con el delicado tormento de las ballenas de un corsé, con un perfume embriagador, con suaves polvos corporales, con la fragancia de un bálsamo...

En la comunicación íntima de la pareja, el tacto juega un papel principal. Pero a veces, el estrés, las prisas, el cansancio, la rutina, hace que el juego del contacto sea un atropello en busca de placer sin muchos preámbulos.
¿Y si utilizamos algún aliado? El aceite de masaje es el cómplice perfecto: un aceite perfumado que estimula nuestros sentidos con una caricia, que nos invita a recorrer todo el cuerpo de nuestra pareja sin prisas, con mimo, con intención, con todas las ganas de disfrutarse mutuamente.
Y si acompañas el masaje de una canción sugerente para crear ambiente, la experiencia es perfecta... Una propuesta, absolutamente sensual: at last de Etta James.