viernes, 26 de julio de 2013

"La vida empieza hoy"

     Nuestra sexualidad nos marca desde el momento de nacer: identidad, género, valores, comunicación...; y se manifiesta de distinta forma según nuestro momento vital:
     De muy pequeñas, descubrimos que somos diferentes a los niños, y ellos a nosotras... pero también somos diferentes a mamá, a la hermana mayor, ... a una mujer adulta.
     Desarrollamos nuestra identidad sexual, y sobre todo, nuestra identificación con el género en el que nos reconocemos.
     Descubrimos conscientemente que sentimos placer físico, especialmente en zonas concretas de nuestro cuerpo.
     Pronto, aprendemos conductas referidas a la sexualidad: autocaricias que debemos acotar al ámbito de nuestra intimidad; nuestra forma de relacionarnos con el mismo sexo y con el opuesto (según sintamos atracción fraterna o absoluto deseo).
     Nuestros cambios físicos nos llevan a estrenar una nueva prenda, un tanto incómoda a veces: el sujetador. Aparece la menstruación, y con ella cierta sensación extraña de que nuestra inocencia salta por la ventana;...
     Pero por alguna inexplicable razón tendemos a creer que, a cierta edad, la sexualidad se "detiene": nuestro cuerpo sigue madurando (nuestras carnes están menos prietas, nuestros pechos menos turgentes);  más cambios hormonales vuelven a revolucionarnos al llegar la menopausia... y aparece la sombra del falso mito del fin de nuestra femineidad.


     Nada más lejos de la realidad: somos seres sexuados hasta nuestro último aliento y nuestra sexualidad sigue manifestándose, sólo que debemos ir ajustándonos a esos cambios, pero viviéndolos como un creciendo, experimentando, disfrutando... No es igual nuestra forma de vivir la sexualidad a los 40 años que a los 70, pero... ¿no era igualmente distinta a los 15 que a los 30, y no necesariamente mejor?
     Los cambios físicos que inciden en nuestra vivencia sexual a partir de cierta edad no tienen por qué ser vividos de forma negativa. Envejecemos y no podemos cambiarlo... pero el cómo lo vivenciamos, el color del cristal con el que lo vemos, sí. Siempre que no haya problemas de salud (y de haberlos, acudamos a un médico), podemos transformar esos "cambios" en "oportunidades" de mejora.

Nosotras:
  • Nuestra vagina tiene menos capacidad de lubricación con la edad: las caricias, la penetración, usar un juguete... puede convertirse en algo incómodo o incluso doloroso. Es el momento de utilizar lubricantes específicos en las relaciones sexuales para compensarlo. ¿Por qué no transformar ese momento de la lubricación con un producto en parte del juego con nuestra pareja de alcoba? Salvo prescripción médica específica por alguna causa, el uso de lubricante puede tener otros "alicientes" como olor y sabor, que añaden un extra al juego erótico. Por no hablar de toda una gama de cosmética íntima, con los que jugar al tiempo que cuidamos nuestro cuerpo...
  • La musculatura de nuestra vagina y de la zona perineal se va debilitando, por lo que las contracciones vaginales durante el orgasmo son más débiles (en ocasiones pueden ser dolorosas), pero estos procesos no eliminan el orgasmo, ni suprimen la sensación de goce. Y no olvidemos que la usencia de orgasmo no implica ausencia de placer o insatisfacción. Recordemos la importancia de fortalecer nuestro suelo pélvico desde jóvenes, con ejercicios de Kegel o utilizando bolas de geisha para que nuestra musculatura se mantenga mejor por más tiempo.
  • El clítoris tiene mayor dificultad de erección. Luego, necesitará más estimulación... ¿y desde cuándo esto es un problema? Más juego, más tiempo, más deleite si estamos en compañía...

Ellos:
  • Más tiempo para lograr la erección. Un hombre joven necesita como promedio 15-30 segundos. Un hombre maduro, hasta 10 minutos... ¿pero es que alguien tiene prisas metidos en faena? Además, mucho mejor: hay que aplicarse más para obtener resultados...
  • Se demora más el tiempo en eyacular. Según esto, por ejemplo, el coito durará más...
  • La erección es menos firme... pero haberla, ¡hayla!, (y de no haberla, entonces hay que acudir al médico para valorar la situación y buscar soluciones, no hay que renunciar pensando que es "normal" a cierta edad).
  • La potencia en los músculos implicados en la eyaculación es menor, por lo que las contracciones durante el orgasmo son más débiles...  Volvamos a recordar que la ausencia de orgasmo no significa necesariamente ausencia de placer o insatisfacción.
     Dejar de ser jovencitas y jovencitos de 20, 30, 40, 50 años... no significa resignarse a olvidarnos de nuestra sexualidad. Se vive de otra forma, quizás más sosegada, menos impetuosa... o no. Y buscar elementos que pongan una nota picante en nuestras relaciones no es sólo para veinteañeras: comprar un aceite con fragancia para estimular las caricias y el roce con nuestra pareja, elegir un lubricante divertido, buscar un bálsamo para "encender" nuestras zonas íntimas,  o deleitarnos con un juguete en la intimidad... ¿y por qué no?: una reunión de tuppersex para una velada divertida.
     ¿Hay límite de edad?

(Sin permiso, he utilizado el título de una película de Laura Mañá ("La vida empieza hoy") en esta entrada del blog de La Maleta de Nieves...)